«Viajar para pintar. Sorolla en Mallorca» aborda la estancia que el pintor valenciano hizo en la isla en el verano de 1919, tras finalizar el proyecto Visión de España para la Hispanic Society of America, que le había ocupado buena parte de los ocho años anteriores. Se trata de un viaje de especial relevancia para la trayectoria del pintor, ya que las pinturas realizadas en las islas baleares suponen la última visión del Mediterráneo de Sorolla, puesto que el siguiente junio sufrió la enfermedad que le apartó de la pintura hasta el final de su vida tres años después.
Sorolla viajó a Mallorca acompañado de su mujer, Clotilde, y su hija Elena. La familia visitó durante su estancia algunos de los lugares más emblemáticos de la isla: Palma, Artà, la costa de Valldemossa y Pollença. Fue en esta última zona donde Sorolla encontró el lugar en el que llevó a cabo una de las series más sobresalientes de su carrera, la Cala de San Vicente.
Después de unos años en los que había estado fundamentalmente dedicado a los tipos y paisajes de la Visión de España, en Mallorca Sorolla volvió a entregarse al paisaje mediterráneo, recreándose en los juegos de la luz sobre el agua cambiante del mar y las angulosas formas de la caliza. Libre de encargos, Sorolla pinta aquí para sí mismo, con una libertad que hacía tiempo que no disfrutaba. Experimenta con texturas, pinceladas y colores que con frecuencia se separan del natural en un ejercicio de pintura pura. Pero sin duda lo que más interesa al pintor son las variaciones de luz y color que el sol va creando en el paisaje a lo largo del día.