El 22 de septiembre se ha inaugurado la la exposición «Joaquín Sorolla Bastida (1863-1923): Las obras del Museo de La Habana en el centenario de su muerte» en el Museo de Bellas Artes de Cuba.
La muestra está comisariada por Manuel Crespo Larrazábal y exhibe más de treinta cuadros del genio valenciano y un busto de Sorolla realizado por el escultor español Antonio Rodríguez del Villar.
Sorolla nunca conoció La Habana. A pesar de haber sido un viajero incansable, reconocido por representar escenas de sus múltiples viajes, el
sol perpendicular y bochornoso de la isla caribeña nunca lo deslumbró.
No obstante el “luminismo” de sus obras, su destreza como pintor y la
placidez de sus composiciones sí deslumbraron a la sociedad habanera
de la primera mitad del siglo XX. Prueba de ello es la considerable
colección de piezas que del artista valenciano se conservan hoy en este museo y que pueden contemplarse en la exposición.
Se destacan obras de géneros como el retrato, como el Retrato de la Marquesa de Balboa, de 1894. Fue la primera pieza que entró en La Habana y muestra como el gusto de la alta sociedad criolla fue encaminándose en función de las modas imperantes en la península. Además, sus innegables dotes artísticas y su “buena mano” son reconocidas también por el círculo de intelectuales y artistas de la isla. Ejemplo de ello es el Niño comiendo
sandía que adquirió Antonio Rodríguez Morey, el director del Museo Nacional de Bellas Artes en 1920.
Por último, se adquirieron también piezas ambientadas en la playa. Son principalmente imágenes de la costa levantina, con los personajes de la alta sociedad como protagonistas o escenas de Valencia donde son los pescadores, niños y barcas los elementos que más se representan. Destaca por ejemplo la obra Verano, de 1904, que demuestra el interés que existía por la experimentación en este tipo de obras.
Se podrá contemplar hasta enero de 2024 en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, en La Habana.